Yo María del Carmen, les digo a ustedes hijos, hijas, yernos, nueras, nietos, bisnietos, familia y amigos: que nada dañino puede ir a tu cuerpo. Porque la sustancia divina de tu sangre solo puede producir el bien para ella y solo el bien saldrá de esta. Ninguna condición, ni suceso del pasado, ni del presente puede impedirle a Dios que exprese su vida perfecta a través de ti.
Amén.
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